Según una extendida teoría, los problemas de convivencia del islam, por decirlo finamente, son semejantes a los que experimentó el cristianismo, hasta que la Ilustración lo civilizó. Se trata de una tesis aparentemente bienintencionada, que viene a decirnos algo así como que todas las religiones son iguales y que el islam, si todavía no es una religión de paz y amor, lo será algún día. Sólo debemos esperar pacientemente a que los musulmanes tengan su Siglo de las Luces, y todo se arreglará.
Santiago Navajas, en un reciente artículo en Voz Pópuli, nos vuelve a contar este bonito cuento de Disney, aunque sin entrar en explicarnos por qué la revolución científica, la Ilustración y las libertades individuales son la gran aportación del Occidente cristiano y no de China, la India o Persia. Ni por qué algunos de los más grandes pensadores y científicos europeos desde el siglo XVII al XX eran cristianos fervientes. Ni por qué los emigrantes que fundarían los Estados Unidos de América, una de las naciones más libres y democráticas del orbe, malgré tout, eran tan profundamente religiosos. Claro que estas cuestiones no deben ser más que pequeños cabos sueltos sin importancia.
Lo importante, como nos señala Navajas, es no caer en la islamofobia, y a fin de afearnos didácticamente este vicio, nos ofrece un buen ejemplo de cristianofobia, que nos toca más de cerca. Imaginen que alguien dijera que “gran parte de los cristianos era un hatajo de sádicos torturadores” (ya saben, antes de ser civilizados por los enciclopedistas). Pues bien, Navajas lo afirma con total tranquilidad. Eso sí, yo considero que hubiera sido más efectiva una oración como:
Gran parte de los europeos era un hatajo de sádicos torturadores.
A fin de cuentas, no hace mucho tiempo, europeo y cristiano eran prácticamente términos sinónimos. Es verdad que a algunos, la segunda frase les puede chirriar un tanto, mientras que meterse con los cristianos, como que mola más, oiga.
Pero donde Santiago Navajas lo borda es con su comparación entre antisemitismo e islamofobia. Les recuerdo la historia: Hitler se aprovechó demagógicamente del terror que sembraba el judaísmo radical en Europa, matando a la gente en nombre de Yavé y amenazando con recuperar Sefarad y establecer el Gran Israel desde Lisboa hasta Cachemira.
No obstante, la mayoría de los judíos estaban fuertemente integrados en nuestra sociedad; más aún, tuvieron alguna que otra participación reseñable en esferas como la ciencia, la literatura o la música. (Puede que a algún erudito le suenen nombres como Albert Einstein, Arthur Rubinstein o Franz Kafka.) ¡¡Vamos, exactamente igual que los musulmanes en nuestros días!! Quien no vea los estrechos paralelismos es que es un islamófobo incurable.
La gran ventaja del concepto de islamofobia es que disuade a cualquiera de proponer medidas concretas, no sea que vaya a ser estigmatizado como xenófobo e islamófobo. Así Europa puede continuar durmiendo su plácida siesta, arrullada por el lenguaje exquisitamente correcto de nuestras preclaras élites políticas e intelectuales. Contra el terrorismo islamista y la proliferación de nikabs (a los que sigue de cerca, a partir de cierta masa crítica, la policía religiosa), “unidad y firmeza de los demócratas”; que indudablemente será algo muy efectivo, sea lo que sea que signifique en la práctica. (Y si no es efectivo, siempre quedaremos bien quejándonos amargamente de que la gente vote después a Marine Le Pen.)
Termina Santiago Navajas su ensayo con una enternecedora evocación de una sociedad donde conviven armoniosamente Abraham (sospecho que quería decir más bien Moisés), Jesús, Mahoma y (¿por qué no?) Richard Dawkins. No me negarán que poner a este señor a la altura de Jesucristo queda como muy sofisticado y ocurrente. Por si alguien no está muy al tanto, Dawkins es un escritor que dentro de cien años probablemente no será recordado ni por sus descendientes directos. No digamos ya si vencen los islamistas, esos a los que Navajas y otros pretenden conquistar a base de abrazos amorosos, sin olvidar las preceptivas puyas contra los cristianos.