Muerte a todos los hombres blancos

La sede de Vox en Tarragona, un modesto entresuelo, ha sido vandalizada de nuevo. He perdido la cuenta de las veces que van ya. Pero para que se hagan una idea, en la capital de la vieja provincia de Hispania gobierna ERC con apoyo de la CUP, En Comú Podem (la franquicia regional de Podemos) y el partido de Puigdemont (también me he perdido con sus cambios de nombre). Es decir, hay impunidad para todo el que quiera acosar a quienes hacen frente a la ultraizquierda, el separatismo, el feminazismo, la inmigración ilegal y los okupas.

Entre otros desperfectos cabe destacar las pintadas. Aparte de la inevitable esvástica en el rótulo exento de la izquierda, que no se aprecia en la fotografía tomada por mí ayer, pueden leerse las palabras siguientes: FACHAS – Jodeos Fachas – FCK VOX – MUJERES MUERTAS VIOLENCIA MACHISTA – KILL ALL THE WHITE MAN.

Fachas es la denominación despectiva de fascista, que en España se utiliza, junto con el término ultraderecha, para insultar a todo el que está un poco más a la derecha del centroizquierda. Es por tanto un término completamente amortizado, que ya no significa nada y que solo cabe ignorar.

“Mujeres muertas…”, etc. es un ejemplo de la táctica usual de culpar de determinados males a quienes discrepan de la explicación que ofrece de ellos la religión progresista global. Si no crees en el patriarcado estructural como causa de todas las diferencias entre los sexos, eres un cómplice de la violencia que sufran las mujeres. Si tienes tus dudas sobre las causas del cambio climático, prácticamente eres responsable de las muertes por todas las catástrofes naturales que se producen en el mundo. Si sostienes que los niños tienen derecho, en la medida de lo humanamente posible, a disfrutar de un padre y una madre, eres culpable de cualquier agresión que se pueda atribuir, con razón o sin ella, a la “homofobia”. Y así sucesivamente. El problema de esta táctica, aunque en sí misma sea tan groseramente ilógica, es que se utiliza como primer paso para justificar la persecución e ilegalización de todo el que se aparte de lo políticamente correcto. Por ello, no debemos cansarnos nunca de desenmascararla.

Del “F(u)ck Vox” poco hay que decir. A mí me ha recordado al actor Robert de Niro declarando “Fuck Trump”, como ejercicio de postureísmo para multimillonarios cuyas apretadas agendas les eximen de elaborar un poco más sus discursos, o bien como patético recurso de viejas glorias venidas a menos para seguir reclamando la atención de los medios. Si estos son los referentes de la izquierda, no me sorprende que pierda votos en barriadas obreras.

Pero he escrito este artículo, lo confieso, para comentar sobre todo el impagable “Kill all the white man”, que por cierto no sé si está correctamente escrito, porque creo que debería ser men, en plural, no man. O sea, “Muerte a todos los hombres blancos”. Tampoco me hagan mucho caso, la gramática inglesa no es mi fuerte. En todo caso, ante la duda, lo fácil era escribirlo en español. Pero por algún motivo, cuando una estupidez se escribe en inglés, a algunos les parece menos estúpida, y hasta profunda y ocurrente. La cuestión es que los medios locales no se han hecho eco de una pintada que ordena matar al 90 por ciento o más de la población española. Me imagino el escándalo que se hubiera producido de aparecer una pintada sugiriendo matar a los moros, los negros o los gais. Lo cual me recuerda una reflexión que me he hecho otras veces. A lo mejor los “antifascistas” (como se denominan a sí mismos los comunistas, en quienes se inspiró el fascismo) lo que no le perdonan a Vox es que no profiera exabruptos de ese tenor ni por supuesto nada que se le parezca, sino todo lo contrario. Vox es un partido que defiende consecuentemente los derechos humanos, la libertad y la igualdad, y por eso está contra las mafias de la inmigración ilegal y contra los grupos de presión que utilizan discursos identitarios de género o de raza para demandar tratos desiguales y recortar derechos de la mayoría de la gente. Esto es lo que no se le perdona a Vox, que no sea el demonio con cuernos y rabo que sus enemigos desean ardientemente que se les aparezca, para así sentirse justificados. Pero lo único que consiguen, en medio de su rabia y su odio, es reflejar sus propios demonios interiores.

El sistema de la mentira

«¿Qué es una ideología? Es una triple dispensa: dispensa intelectual, dispensa práctica y dispensa moral. La primera consiste en retener sólo los hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso en inventarlos totalmente, y en negar los otros, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean conocidos.«

Jean-François Revel, El conocimiento inútil.

Probablemente muchos piensan que el famoso Noticiero Documental (NO-DO) era un instrumento de propaganda solo concebible en una dictadura. Pero no seamos ingenuos. Hoy el equivalente del NO-DO (aunque con mucha menor calidad estética) son los informativos y programas de actualidad de todas las grandes cadenas, que penetran en los hogares, bares y cafeterías a todas horas, a fin de orientar a la opinión pública con una apariencia de pluralismo. Frases como “la polémica está servida” o la cobertura de las declaraciones de algunos líderes de la oposición sólo engañan a un público habitualmente desprevenido, ocupado en sus tareas cotidianas con el televisor como hilo musical de fondo. La “polémica” siempre está hábilmente presentada para que las posiciones “progresistas” parezcan audaces, desinteresadas y nobles; y las opuestas, como retrógradas, miedosas e ignorantes, incluso cuando no se ridiculizan manifiestamente. Las declaraciones de la oposición son hábilmente seleccionadas entre las que, aunque puedan parecer duras por su tono, sean las que menos daño hacen al gobierno, y apenas sirvan para presentar a quien las esgrime como una persona de talante malhumorado, que sólo sabe criticar sin proponer nada constructivo, con el único fin de disputarle el poder a un gobierno que se desvive por nuestro bien.

El objetivo fundamental del complejo mediático no es informar, sino exactamente lo contrario: ocultar lo que no le interesa al poder que se sepa, que se hable en la calle. Naturalmente, no basta con no mencionar las cosas: hay que hacer el ruido suficiente, y durante todo el tiempo, para que el silencio no se convierta en un clamor. Lo comprobamos a diario con la crisis sanitaria: nos bombardean con alarmistas cifras de incidencia, contagios, “puntos” de índices técnicos creados por la burocracia político-sanitaria, mientras nos hurtan casi siempre un dato en tiempo real, perfectamente comprensible, para que la gente pueda sacar sus conclusiones, y aceptar o rechazar razonadamente las medidas de la administración que limitan sus libertades: es decir, el porcentaje de camas de hospital y de UCI ocupadas por enfermos de covid.

Bien es cierto que los medios no renuncian a formas de propaganda más proactivas. Hay varios géneros de adoctrinamiento. Uno es el formato pedagógico o de servicio público, casi una extensión de la paternal administración. En lugar de informar objetivamente del incremento de la factura de la luz debido a la nueva normativa dictada por el gobierno, nos ilustran con consejos sobre las diferentes maneras de ahorrar energía. Otro género es el de los relatos de “interés humano”. ¿Se han dado cuenta de que para hacer pasar la ley de la eutanasia, invariablemente acompañan la información legislativa con un ejemplo conmovedor de un enfermo terminal o crónico, con nombres y apellidos, junto a algún familiar cercano, aguardando la legalización del asesinato clínico como una liberación de sus sufrimientos? No hace falta decirlo, las voces discrepantes, algunas sólidamente elaboradas en discursos parlamentarios de gran interés, han sido omitidas o reducidas a unos segundos.

Pero la principal herramienta propagandística es lo que en términos lakoffianos podemos llamar el framing, el enmarcado. Si consigues imponer tu lenguaje, es decir, tu manera de interpretar la realidad, los hechos ya no importan gran cosa. Se convierten sólo en motivos, en pretextos para remachar una y otra vez el marco, la ideología que pretendes imponer. Un ejemplo de manual lo estamos viendo estos días con el triste suceso del asesinato de un joven en Galicia cuyo nombre, que todos tenemos presente, no volveré a mencionar por respeto a sus familiares. Aún antes de que la policía hubiera ofrecido las primeras informaciones sobre la investigación, alguien divulgó que el motivo del crimen era de carácter homófobo, lo que permitió a la extrema izquierda iniciar su agitación callejera profesionalizada, por supuesto para culpar a la “ultraderecha” (Vox) y al gobierno regional de Madrid, pese a tratarse de un crimen perpetrado a seiscientos kilómetros.

Esta agitación le bastó a la televisión pública y a cadenas privadas para poder presentar el asesinato como un efecto del supuesto discurso de odio contra el movimiento LGTB, sin ninguna prueba de ello. (Para una información solvente sobre el suceso y su instrumentalización política, recomiendo el blog Contando estrelas.) La extrema izquierda, con sus escenificaciones callejeras, es siempre el mejor aliado de los medios; ambos se basan en el mecanismo psicológico que lleva a muchas personas a creer que si una muchedumbre protesta indignadamente en las calles, posiblemente tenga algo de razón.

Pero a medida que las informaciones policiales tienden a descartar el móvil homófobo, TVE no tiene problema en seguir utilizando la muerte de un joven con fines ideológicos. Sin afirmar tajantemente que fuera asesinado por homosexual, porque no puede, se “amplía” la crónica periodística con otros crímenes que sí han podido tener ese móvil, y por supuesto con entrevistas a activistas LGTB. El resultado es que ese espectador pasivo y desprevenido del que hablaba, que rara vez no sigue el desarrollo de una información en el tiempo (ya se encargan los medios de llevar su atención cada dos o tres días a un tema nuevo), se queda con la primera versión, y eso es lo que cuenta. El triunfo inmediato de la manipulación es el gastado comentario de sobremesa con televisor de fondo: “No hay derecho a matar a nadie porque sea gay”. En lo cual todas las personas civilizadas estamos de acuerdo, pero el problema es que una gran parte de la población no sabe distinguir tal obviedad de las reivindicaciones más radicales del movimiento LGTB, como si hubiera que comprar el paquete completo.

El mero empleo generalizado del término homofobia (etimológicamente bárbaro, porque significa “odio a lo igual”) ya es un triunfo del enmarcado sistémico. En primer lugar, porque es harto problemático que toda agresión contra una persona homosexual o transexual se deba “al simple hecho de serlo”. La existencia de una serie de organismos político-burocráticos cuya justificación depende de que prolifere el mal que combaten, no es la mejor garantía de que sus estadísticas no estén groseramente infladas. En segundo lugar, porque una manera evidente de evitar que ese tipo de delitos aumenten es combatir la inmigración ilegal desde países mucho menos tolerantes hacia las minorías sexuales que nuestra sociedad: precisamente lo que declina hacer un sistema que se presenta como abanderado de los derechos LGTB. Aquí hay algo mucho más siniestro que la hipocresía: una perversa estrategia de atizar el incendio para luego presentarse como el bombero salvador, previa demonización -no lo olvidemos- del chivo expiatorio al cual se carga con las culpas. Esto último no solo no puede faltar, sino que probablemente sea la clave de todo.

Lo que opino de la dichosa epidemia

La publicación de una foto de la diputada de Vox Macarena Olona, en su cuenta de Twitter, en el momento de vacunarse contra el covid, seguida de las destempladas reacciones de fanáticos antivacunas poniéndola verde, como hacen habitualmente con su compañero de escaño, el Dr. Steegmann, me llevan a posicionarme con claridad. Lo que sigue es por supuesto discutible; simplemente es lo que yo pienso.

  1. El virus SARS-CoV-2 salió de un laboratorio de Wuhan, como ya he dicho otras veces. Lo pensé desde el primer momento, por la simple razón de su origen geográfico. Mucha casualidad que fuera junto a uno de los centros virológicos más importantes del mundo. Lo que no sé es si fue una fuga accidental, o algo premeditado. Tiendo a pensar en lo primero, no porque crea que el régimen comunista chino no sea capaz de iniciar una guerra biológica, sino porque no acabo de ver que los riesgos compensen los beneficios. He visto confirmada mi tesis de la fuga, primero, en un artículo de dos científicos españoles, de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, donde hace unos meses ya mostraban su extrañeza por las dificultades de explicar el paso del virus desde una especie animal al hombre. (Antoni Romeu y Enric Ollé, “COVID-19: descifrando el origen”.) En segundo lugar, por las informaciones de la inteligencia de EEUU, filtradas a la prensa, sobre personal del laboratorio de Wuhan que habría enfermado de covid antes del inicio de la pandemia.
  2. Los gobiernos en general han reaccionado contra la epidemia dando palos de ciego, algo nada sorprendente, salvo para quien tenga una idea excesivamente ingenua de la competencia de los políticos y los “expertos”. En el caso español, la coalición socialcomunista ha aprovechado para forzar los límites de la constitución, dictando un Estado de Alarma de seis meses, cuando en una primera lectura parece que debe solicitarse su aprobación al Congreso cada 15 días. En todo caso, el PSOE ya tiene una larga experiencia, como partido gobernante, de que el Tribunal Constitucional evite despavoridamente cuestionar sus leyes y medidas más francamente discutibles. Expropiación de Rumasa, supeditación del poder judicial a la partidocracia, legalización de Bildu, ley de plazos del aborto, ley de violencia de género, etc. El retroceso de las libertades, esta vez con el pretexto de la pandemia, es innegable.
  3. El uso de la mascarilla en lugares públicos cerrados ha sido una medida más que necesaria. Creo, por el contrario, que nunca debería haber existido obligación de mascarilla al aire libre, salvo en aglomeraciones estáticas, como conciertos o espectáculos.
  4. Las medidas de confinamiento han sido un disparate inútil, una ruina económica que además dará más poder al gobierno como administrador de los fondos de ayuda europeos.
  5. Las vacunas se han desarrollado en un tiempo demasiado breve para inspirar total confianza. Sin embargo, por ahora parece que al menos en España el resultado ha sido bueno. Al cabo de un mes de que empezara la vacunación las muertes diarias por covid alcanzaron el máximo y luego empezaron a disminuir de manera clara. Desde la primavera se mantienen en cifras muy inferiores a las de otras enfermedades. (Fig. 1) Por tanto, creo que ha sido beneficioso que las personas mayores y de media edad se vacunen. No veo en cambio necesario que lo hagan los más jóvenes, al correr un riesgo bajísimo de contraer el covid con síntomas graves.
  6. El papel de los medios, desviando la atención del total de muertos en España (mientras nos informaban cumplidamente de los muertos en EEUU o Brasil) y criminalizando a las fiestas clandestinas para salvaguardar al gobierno de Sánchez (previo pago de su importe) ha sido vergonzoso. Lo sigue siendo actualmente, cuando con la epidemia en fase de remisión no dejan de bombardearnos con cifras alarmistas de positivos, la gran mayoría de ellos asintomáticos o sintomáticos leves. Ya está bien de aterrorizar a la gente. En España hay un 2 % de camas hospitalarias ocupadas por enfermos de covid. (Fig. 2) Para poder calibrar esta cifra, téngase en cuenta que por todas las enfermedades y traumas, el porcentaje de ocupación de un año normal es del 77 o 78 %. (Fig. 3) Pasar de un 78 a un 80 % de ocupación, aunque pueda preocuparnos razonablemente, está lejos de suponer un colapso del sistema sanitario, como se vivió en meses pasados. Los positivos asintomáticos en realidad son una buena noticia, en la medida que contribuyen a la inmunidad de grupo. No hay excusas para reincidir en recortes de las libertades civiles, ni para que la atención sanitaria no vaya recobrando la normalidad. Terminemos cuanto antes la vacunación de grupos de riesgo y pasemos de una vez a la vida plenamente normal.
  7. Por último, un mensaje a los antivacunas y conspiranoicos. Por favor, dejad ya de ponérselo tan fácil al gobierno, dejad de ayudarle a ridiculizar cualquier crítica. Y aprended a respetar un poquito a los que no piensan como vosotros. Porque nos vacunemos no somos borreguiles colaboradores del NOM o cómo queráis llamar a la conspiración judeomasónica en la que creáis. Sin duda que existen conspiraciones, pero siempre he recelado de los que ven en todo una misma y única conspiración. Desconfiar de todo es tan pueril como fiarse de todo. Porque el gobierno diga que la tierra es redonda, no vamos a sostener que es plana. Algunos simplemente tratamos de pensar por nuestra cuenta, asumiendo que podemos acertar o equivocarnos, porque no estamos en posesión del ningún código definitivo para entender el mundo.
  8. Mi total apoyo a Macarena Olona, al Dr. Steegman y a mi partido, Vox, que en éste como en otros temas defiende lo que cree mejor para España, lo entiendan mejor o peor algunos que vociferan mucho en redes sociales.
Fig. 1
Fig. 2
Fig. 3

El problema nunca es Sánchez

No es que no esté a favor de elecciones anticipadas, o de una moción de censura contra Pedro Sánchez. Por supuesto que lo estoy. Pero si echamos a Sánchez, aún no habremos solucionado ni un solo problema. Lo único que habremos hecho es remover un obstáculo (y no es poco) pero nada más. El problema nunca es el gobernante endiosado, aferrado al poder, sino por supuesto quienes le apoyan, desde periodistas a votantes. Pero tampoco con eso hemos dicho lo más importante. Porque a menudo se cae en el error de pensar que el periodista es un vendido, un mercenario, y que el votante no hace más que decantarse por quien le promete más. Hay algo de esto, sin duda, pero no es lo esencial. La clave es el pensamiento. Mientras millones de personas piensen que el aborto es un derecho de la mujer, estamos apañados. Mientras millones piensen que los inmigrantes africanos compensarán los hijos que no tengamos, y nos pagarán las pensiones, lo tenemos crudo. Mientras millones crean que dialogando con los separatistas se solucionará el “conflicto catalán”, estos podrán seguir aspirando a lograr sus objetivos finales de implantar una república con los mismos males que la sociedad actual, pero exacerbados. El problema nunca es Sánchez, el problema es que Occidente lleva dos siglos deseducando, embruteciendo a las masas. Las elites han abolido de facto primero el cristianismo, y ahora están de lleno aboliendo incluso el humanismo grecolatino. Se empieza matando a Dios y se acaba matando al Hombre. Ya saben, hay que desterrar esas viejas concepciones patriarcales y vivíparas donde los hombres tenían pene y las mujeres vagina. En su lugar han entronizado un monopensamiento reiterativo de espantosa simpleza, donde solo rigen sentimientos primarios, lugares comunes, falacias lógicas y brutales demonizaciones de los pocos que se atreven a advertir a dónde nos dirigimos. Tenemos un problema mucho más gordo que Sánchez.