Lo impensable

Mientras Carles Puigdemont se encuentra en prisión provisional en Alemania, son inevitables las especulaciones sobre si la Justicia teutona concederá su extradición a España. Sin embargo, basta una mínima reflexión para percatarse de que una negativa a su entrega es sencillamente impensable.

España reclama al fugado dirigente separatista a fin de juzgarlo con todas las garantías. ¿Con qué razonamientos podrían los jueces alemanes oponerse a tal pretensión? Sostener que el delito de rebelión del que se acusa a Puigdemont no está tipificado en la república federal sentaría un peligroso precedente para esta misma. Imaginen que mañana el gobierno de algún Land decidiese organizar un referéndum secesionista ilegal, agitando a las masas de sus adictos para que obstruyesen la acción de la Justicia y de la policía. ¡Oh, esto en Alemania no pasaría!, se dirá. Probablemente, pero acaso no resulte del todo ajeno a ello que tales actos sean tan delictivos en la nación germánica como lo son en España.

Suponiendo, pues, que Alemania entregue a Puigdemont a las autoridades españolas, el tema de especulación pasaría a ser si el expresidente terminará siendo condenado por el delito de rebelión. Como es sabido, el punto crucial consiste en dirimir si ha existido el componente violento o no. Es decir, si promover que las muchedumbres obstruyan la acción de la policía, en el cumplimiento de órdenes judiciales, causando graves destrozos a vehículos de las fuerzas del orden y provocando lesiones a decenas de agentes, es violencia o no lo es. O, en caso de que se admitiera que sí, si puede responsabilizarse de ella a sus promotores políticos o sólo a los meros autores materiales.

Una respuesta a estas cuestiones que supusiera absolver a Puigdemont y los demás procesados por el delito de rebelión constituiría un precedente jurídico de consecuencias devastadoras, mucho más que las que podría tener en Alemania una decisión contraria a la extradición. Porque da la casualidad que aquí no podemos decir que esto no puede suceder. Ha sucedido ya. Si Puigdemont, al menos, no es condenado por rebelión, estaremos simplemente animándole a él u a otros a reincidir en los mismos actos, con la certidumbre añadida de no poder ser condenados por ellos. Esto tendría consecuencias de gravedad difícilmente exagerable para el futuro de nuestra nación. Que una sentencia del Tribunal Supremo pudiera dar lugar a ello es todavía más impensable que una ocurrencia desagradable de la Justicia alemana.