Los últimos días de Cleptoluña

Debo empezar por una confesión de ingenuidad. Esta semana Actuall publicaba mi artículo Los Roque Guinart de CDC, en el que rememoro al bandolero catalán que aparece en el Quijote para dejar caer unas prudentes –demasiado prudentes– insinuaciones sobre el carácter cleptocrático de la oligarquía catalana. El trepidante ritmo de la actualidad ha venido a demostrar que la comparación con el bandolerismo catalán del siglo XVII se queda corta, y que Roque Guinart y sus secuaces eran unos aficionados, qué digo, unos niños de teta, al lado de la famiglia Pujol y la cúpula de CDC.

Las revelaciones de La Razón de ayer no deberían quedar eclipsadas por la sedición independentista por entregas a la que estamos asistiendo, ni menos aún por la desorientación que provocan las cifras de muchos ceros a quienes nos hemos criado con la peseta. Si es cierto –y no me cabe ninguna duda de ello– que el clan Pujol oculta en Belice 900 millones de euros (150.000 millones de pesetas), nos encontramos tal vez ante el caso de corrupción personal más desaforado de la historia de España. Para que se hagan una idea, la deuda de la Generalitat con las farmacias es de 330 millones, poco más de un tercio de los fondos que los Pujol trasladaron de Andorra a un entorno más seguro, bien que inútilmente. (Un aplauso para la UDEF, qué coño es.) Y todo ello no sería más que una parte de la trama del famoso tres por ciento.

Aunque siempre lo habíamos sospechado, ahora podemos afirmar documentadamente que el nacionalismo catalán se ha dedicado durante décadas a saquear la patria que tanto dice amar. Es decir, a robarnos a todos los catalanes, y también al resto de españoles, que han contribuido generosamente a financiar las infraestructuras y obras olímpicas, cuyas jugosas comisiones iban a parar a los bolsillos de unos salteadores con pañuelo cuatribarrado.

La dimensión del atraco es tal, que lleva a replantearme mi instintivo recelo hacia las explicaciones crematísticas del separatismo, tan deudoras de ese marxismo vulgarizado que en todo cree hallar un mezquino motivo económico. Al final, va a resultar que es verdad: que Artur Mas y compañía se han lanzado a la aventura secesionista con el único o principal fin de escapar a la acción de la Justicia, rompiendo a plena luz del día con los últimos restos de legalidad que aún fingían respetar.

Las filtraciones de tensiones en el seno del govern provisional, por el pacto golpista con la CUP, desveladas por varios periódicos y corroboradas por el siempre bien informado Salvador Sostres, vendrían a reforzar la tesis de que Mas está simplemente tratando a cualquier precio de salvar su propio pellejo, precio que de todos modos no pagaría él, sino los catalanes corrientes, en cuanto cayéramos en manos de los catasunos de la CUP. Puede que el presidente en funciones haya calculado que estos pondrán sordina a sus atrabiliarias exigencias comunistas a cambio de independencia, pero aunque esto se verificara, poco iba a animar a cualquiera que estuviera pensando invertir un euro en la tierra de Gaudí. Y ni siquiera está claro que los antisistemas de alpargata vayan a incumplir la promesa hecha a sus trescientos mil votantes de no darle la presidencia a Mas.

Por supuesto que el secesionismo no se explica sólo como la coartada de una cínica cleptocracia, pues no existiría sin los dos millones de votantes que lo han apoyado en las recientes elecciones autonómicas. Pero no es menos cierto que buena parte de estos votantes han estado cultivados durante tres décadas por la escuela y los medios de comunicación dominados por la cleptocracia. Y que ha sido fundamentalmente la clase dirigente (no la sociedad) la que ha dado el salto desde el nacionalismo supuestamente moderado de Pujol, con su pacto no escrito con los gobiernos de Madrid de no interferencia en su trama recaudatoria, a cambio de estabilidad política, hasta la ruptura golpista con la Constitución y con una unidad de quinientos años, la más antigua de Europa.

Y también por supuesto, la ruptura de España es algo más grave que el saqueo del 3 %, porque sus consecuencias serían irreversibles e incalculables. Pero Al Capone fue encarcelado por delitos fiscales, no por otros mucho peores. Poco importa el medio, mientras la banda criminal que señorea Cataluña termine pagando por sus fechorías. Cierto que las ha cometido con el apoyo de tantos idiotas, entre los que me cuento; aunque esto fue hace muchos años, cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad y Pujol sabía embelesarnos tan bien con su interpretación de venerable maestro zen.

Más pronto que tarde, si el gobierno hace lo que tiene que hacer (ahí residen mis únicas dudas), podremos valorar las virtudes dramatúrgicas de Artur Mas, en el papel de mártir de la patria catalana entre rejas. También tendremos la oportunidad de evaluar la actuación coral de los separatistas de calçotada que proliferan en el sector político-administrativo, cuando el día que por fin vaya la policía a detenerlos por obedecer órdenes anticonstitucionales y desobedecer las contrarias, se orinen en los pantalones. Ardo en deseos de que empiece el espectáculo, pero aún más de que termine de una puñetera vez, y asistamos a los últimos días de Cleptoluña.

Un comentario sobre “Los últimos días de Cleptoluña

  1. Ademas de la corrupción clásica a lo Pujol y el 3% existe lo que llamo corrupción de baja intensidad. Es una corrupción, de actos aparentemente legal que permiten transferir dinero a los bolsillos de los independentistas, no a los de tal o cual sino a los de los independentistas en general.

    Cuando en las oposiciones para funcionario o profesor tienes que hablar en catalán pues una parte de los que las sacan las deben n oa ser los mejores sino porque candidatos mejores pero no catalano-hablantes no han podido ni presentarse y otros que lo hablaban como segunda lengua han competido con una mano atada a la espalda. Los que la han sacado gracias a examinadores independentistas que filtraban tanto a charnegos como a catalanes de tropecientos apellidos catalanes pero unionistas.

    Las empresas a las que se exige que sus ofertas a adjudicaciones estén escritas en catalán lo que limita la competencia de empresas de otras regiones o de pequeñas empresas castellano-hablantes. Los que deben su empleo a que la empresa necesitaba tener empleados catalano-parlantes para redactar sus ofertas a adjudicaciones o simplemente para evitar boycots.

    Los de los periódicos subvencionados que cuando un bosque se quema dicen que ha sido un español, Los autores de manuales escolares que hayan sido adoptados por star escritos en catalaán haya o no haya mejores en español. Los que reescriben la historia. Los independentistas “embajadores” pero que el no estar reconocidos no son mas que fulanos y fulanas que reciben sueldazos por vivir en lujosas mansiones con banderita.

    La de la directora (independentista) de TV3 que gana cuatrocientos mil euros al año, mas que Rajoy, mas que Artur Mas, mas que el Rey, mas del doble que el director de TVE y que sabe bien que en otra cadena de televisión no recibiría ni la tercera parte. La de los locutores y presentadores independentistas que ha colocado en TV3 y que tampoco son mil euristas.

    Los habitantes de municipios independentistas en Lerida y Gerona ya que gracias a un sistema electoral injusto las balanzas fiscales entre Lerida y Gerona (independentista) y Tarragona y Barcelona (unionistas) favorecen descaradamente a las primeras o que los diez municipios mas unionistas reciben mas de cinco veces menos subvenciones por habitante que los de los diez mas independentistas.

    Todo eso representa enormes sumas de dinero con las que los independentistas ademas de hacer propaganda y adoctrinar a los niños en las escuelas compran el voto y, puesto que este acaba siguiendo a la cartera,el corazón de amplias capas de la población,. Su fin ultimo no es el enriquecer al habitante del Alto Ampurdan que a los Pujoles y Mases les importa un carajo sino de convertirlo en independentista. Pero el dinero sale del bolsillo de todos y al final llega al de los independentistas.

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