Qué buen vassallo si oviesse buen señor: Alejandro Fernández sobre Vox y el separatismo

Alejandro Fernández ha obtenido el apoyo de más del 98 % de los militantes para ser el próximo presidente del PP catalán. No sólo me alegro por alguien al que he votado unas cuantas veces, sino que estoy convencido de que es la elección óptima para todos aquellos que no se planteen ninguna opción distinta del PP. Alejandro es una de las mejores cabezas que tiene este partido en toda España, además de un fenomenal orador parlamentario, y a las pruebas de YouTube me remito.

Debo decir además que siempre le estaré agradecido por presentar en Tarragona, hace seis años (cómo pasa el tiempo), mi libro Contra la izquierda, al que dedicó amables elogios. Todo lo cual no impide que, desde hace más de un año y medio, quien escribe sea afiliado de Vox (lo que nunca fui del PP) y hoy tenga que criticar a Alejandro Fernández, a cuenta de la entrevista que le hicieron el viernes en RNE.

Alejandro salió airoso en términos generales de las preguntas de la periodista Meritxell Planella, hablando con una propiedad y claridad muy superiores a las que nos tienen acostumbrados la mayoría de políticos. Pero hubo dos cuestiones cruciales en las que resultó francamente decepcionante. La primera, sobre si cree que los separatistas han perpetrado violencia; la segunda, sobre Vox.

Empiezo por la última. En rigor, no tengo derecho a sentirme decepcionado, porque no podía esperar que el próximo presidente del PP de Cataluña fuera a defender a otro partido. Aunque evitó calificar a la formación dirigida por Santiago Abascal de ultraderechista, como hacen rutinariamente la mayoría de medios, sí la tachó de populista, un adjetivo que ya empieza a estar tan devaluado como el otro, por lo mucho que se abusa de él. Llega un momento que, hartos de tanta estigmatización de todo lo que se salga de los cauces marcados por el bipartidismo socialdemócrata, muchos hemos acabado diciendo: “Pues si pensar A o B es ser facha/populista, de acuerdo: soy facha/populista.”

Pero, no contento con valoraciones genéricas, Alejandro se refirió muy desafortunadamente a una de las propuestas más llamativas de Vox, aunque para mí hay otras no menos importantes, como las que lo oponen en solitario a la ideología de género. Me refiero a la supresión de las autonomías. Alejandro Fernández sostuvo que desmantelar el Estado autonómico es tan imposible como la independencia de Cataluña: ambas cosas suponen, llegó a decir, “la autodisolución de la nación española en los términos en que fue diseñada en 1978”.

Como bien sabe quien ha sido profesor de Ciencia Política, la nación española no fue “diseñada” en 1978, sino que existía desde siglos antes. La Constitución no hace más que reconocer este hecho, sobre el que se fundamenta ella misma, tal como lo formula explícitamente el artículo 2. Así que una reforma constitucional en un sentido centralizador (eliminación de la mayor parte del Título VIII y unos leves retoques más), por difícil que resulte reunir las mayorías cualificadas necesarias, no puede compararse ni en broma con los planes de quienes, más que una nueva constitución, lo que pretenden es acabar con la propia nación española.

Equiparar a Vox con los independentistas, aunque sea como mero ejercicio intelectual, es una jugada tan sucia como la que el PSOE lleva haciendo toda la vida con el PP, cuando lo acusa de la “crispación” y de ser una “fábrica de independentistas”. Por eso me ha sorprendido que un político inteligente y habitualmente elegante como Alejandro se rebaje a emplear procedimientos tan groseros para atacar a Vox.

Claro que suprimir el Estado autonómico supone una reforma constitucional de calado y que este no es un objetivo asequible a corto ni a medio plazo, cosa que no se le puede escapar ni al simpatizante más simple de Vox. Por eso, mientras tanto, este partido defiende que se devuelvan al Estado central las competencias de Seguridad, Sanidad y Educación.

Todo lo que propone Vox es factible, con mayor o menor dificultad, por vías legales y democráticas, mientras que lo que han hecho los separatistas es romper públicamente con la Constitución, lo que técnicamente se conoce como un golpe de Estado. Tampoco hay que olvidar que son muchos más (y creciendo) los españoles partidarios de volver a un Estado unitario, con mayor o menor descentralización, pero sin diecisiete onerosos parlamentitos y gobiernitos, que los que apoyarían la secesión de una parte del territorio nacional si se les consultara.

Voy ahora a la primera pregunta, sobre el delito de rebelión. Alejandro se limitó a decir, en resumen, que hay que respetar las decisiones judiciales. Sin duda, nunca está de más recordarlo, pero este respeto no es incompatible con expresar la propia opinión, máxime cuando estamos asistiendo a una campaña de manipulación no sólo del separatismo, sino también del progresismo, con La Sexta como punta de lanza, que al tiempo que evita cuidadosamente divulgar los concienzudos razonamientos del juez instructor del Tribunal Supremo y de las acusaciones, en los que se sustenta el procesamiento por delito de rebelión, recaba todas las opiniones de juristas y no juristas que puede encontrar en sentido contrario, ofreciéndoles horas y horas de pantalla para explayarse.

De este modo, un ciudadano que no tenga por costumbre informarse activamente, acudiendo a las fuentes judiciales, fácilmente puede acabar pensando que a lo mejor nos estamos pasando con los independentistas, que no son más que unos buenos chicos, acaso algo atolondrados, que defienden inofensivamente sus ideales, por lo que deberían estar con sus familias y no en prisión preventiva. Y no es que Alejandro comulgue lo más mínimo con este estado de opinión que se pretende crear, tal como se aprecia por el mensaje de Twitter que publicó pocas horas después de la entrevista:

“No fue sólo ‘por votar’. Fue una insurrección para ‘defender las urnas’ físicamente, impidiendo a la policía ejecutar una resolución judicial. Violencia pura y dura. Ahora que no pretendan hacerse pasar por los ositos amorosos. No nos engañan.”

alejandro

Lo que precisamente no logro comprender es que alguien con las ideas tan claras, y que sabe expresarlas inmejorablemente cuando quiere, desaproveche la oportunidad (desde un medio público y en un horario con un número de oyentes nada desdeñable) para contrarrestar en alguna medida la mencionada campaña a favor de los acusados y en contra de nuestro sistema judicial[1]. Hubiera bastado que respondiera a la sencilla pregunta que le hacía la entrevistadora: “Sí, en mi opinión el 1-O y los días previos y posteriores hubo violencia por parte de los independentistas, por las siguientes razones…”

Tal como explica pormenorizadamente el escrito de conclusiones de la Fiscalía, esa violencia se produjo de dos maneras: Una, mediante la movilización de muchedumbres fanatizadas (y parte de ellas adiestradas) para que opusieran resistencia a la actuación de las fuerzas del orden, sabiendo, al menos desde los graves disturbios del 20 de setiembre, que ello implicaba riesgo evidente de daños a las personas y a las cosas, como efectivamente se produjeron. Y otra, mediante la utilización de una fuerza policial armada de más de 17.000 miembros, como son los Mossos d’Esquadra, para que sabotearan las órdenes judiciales de impedir un referéndum ilegal, colaborando con apenas disimulo en proteger las votaciones, vigilando los movimientos de la Policía Nacional y la Guardia Civil y llegando incluso al enfrentamiento con ellas en algunos centros de votación, a fin de impedir que los clausuraran.

El mero hecho de que los dirigentes separatistas tengan a miles de agentes armados bajo sus órdenes ya tiñe por sí mismo de rebelión sus flagrantes violaciones de las leyes y sus reiteradas desobediencias a los jueces. ¿O es que alguien piensa que en una comunidad autónoma sin su propia fuerza policial, con su “potencial efecto intimidatorio” (expresión del malogrado fiscal José Manuel Maza), se hubiera llegado tan lejos en la ruptura con el Estado central?

Esa capacidad intimidatoria de los Mossos al servicio de la conspiración separatista la confirmó el Consejero de Interior Joaquim Forn cuando sostuvo que “si hay buena voluntad y se acepta la nueva realidad política no habrá ninguna colisión entre policías”. ¿Qué diferencia conceptual hay entre estas palabras (recogidas por la Fiscalía) y las de un secuestrador que amenaza a sus rehenes advirtiéndoles de que nadie sufrirá ningún daño “si se porta bien”?

Mientras el presidente electo del PP de Cataluña se limita a decir en una emisora de radio pública que respeta las decisiones de los jueces (faltaría más), Vox se ha constituido en acusación popular contra los principales dirigentes separatistas, siendo decisiva la actuación de este pequeño partido (por ahora extraparlamentario) para llevar a los golpistas ante la Justicia. Sólo por esto, aunque hay muchas otras razones, y aunque el PP cuente todavía con dirigentes tan buenos como Alejandro Fernández (qué buen vassallo, si oviesse buen señor), cada vez somos más los que votaremos al partido fundado por Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara. Nos llamen lo que nos llamen.

[1] En realidad, sí creo comprenderlo. Alejandro Fernández, como avezado político profesional, es consciente de que un discurso demasiado potente, al que no están acostumbrados nuestros periodistas salvo si es de extrema izquierda o separatista, puede tener como consecuencia que no lo vuelvan a llamar más desde RNE ni otros medios. Quizás sea esta la principal diferencia entre la vieja y la nueva política que encarna Donald Trump, que se siente con fuerza suficiente para romper con el periodismo tradicional, porque es capaz de puentearlo y comunicar directamente con el público sin el prisma deformante del progresismo. Si esto era el “populismo”, bienvenido sea.

Un comentario sobre “Qué buen vassallo si oviesse buen señor: Alejandro Fernández sobre Vox y el separatismo

  1. Respecto al comentario de las redes sociales,»no nos engañan»,es claro para mi,no me engañan,pero si lo han hecho a la prensa extranjera y lo que han escrito sobre ello esa prensa, es claramente favorable a los golpistas.En cuanto al artículo,a la yá definitiva desconfianza que me produce un político,es incluso peor,lo cansino de sus discursos y no hablo de los totalitarios del prisoez y potemos que van de suyo,es el de la derecha que debiera ser claramente superior en lo moral,aunque en relación con la sociedad,no pasan mas que por ser unos partidos de extremistas(aunque hayan adoptado todo el discurso de la izquierda totalitaria).Me aburren y me asquean.Por mi parte y ya que jamas he aparecido por un colegio electoral,creo que definitivamente,jamas lo haré.

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