El mundo al revés

Se ha viralizado un fragmento de una entrevista de Risto Mejide a Pilar Rahola, sobre el ataque terrorista de Hamás a Israel. Hace tiempo que conozco el posicionamiento de la política y periodista catalana a favor de la única democracia de Oriente Medio, así como sus advertencias contra la amenaza islamista en nuestro propio suelo. Muchos, desconocedores de esta faceta de Rahola, se han visto sorprendidos por la sensatez y el conocimiento que revelan sus palabras, no extensible desde luego a otros ámbitos, en los que acostumbra a desplegar un argumentario izquierdista y nacionalista que no supera el nivel de la demagogia y la consigna baratas. Lo incomprensible es que ella misma, a estas alturas, no entienda por qué la izquierda se pone de parte sistemáticamente del lado de los terroristas.

Desde lo que llamaremos derecha, por abreviar, como si solo hubiera una, nos encontramos con el fenómeno inverso. Personas que se supone, por el carácter de sus convicciones, que deberían aborrecer sin matices ni peros de ningún tipo el terrorismo palestino, y que sin embargo optan por criticar acerbamente a Israel incluso en estos momentos tan duros, hasta llegar a acusarlo de ser el culpable del atentado masivo de Hamás. Estoy aludiendo a gente como Juan Manuel de Prada (véase la crítica de Elentir a su última deposición) o César Vidal, que en uno de sus farragosos editoriales radiofónicos de media hora expone esa tesis, con su habitual retórica insinuante y malintencionada.

No tenía entendido que Vidal fuera antisemita, salvo que me haya perdido algo últimamente, cuando tiene escritos varios libros sobre el genocidio nazi y desmontando a los negacionistas de la Shoah. Confieso que su monografía El Holocausto (Alianza Ed., 1995) sigue siendo la única que he leído sobre el tema, aparte, eso sí, de algunos otros libros que lo abordan tangencial o parcialmente. Ahí se sostiene que la cifra de judíos asesinados por el régimen hitleriano estaría entre los 5,9 y los siete millones (pág. 163), lo que no hace al autor sospechoso de restar importancia al genocidio. Sin embargo, la visceralidad antiisraelí del escritor resulta difícilmente explicable en términos racionales, y sólo se comprende hasta cierto punto en relación con su fobia antiamericana (dejando de lado a los confederados de la Guerra de Secesión, que le chiflan) y su simpatía por el imperialismo de Putin.

Vidal viene a decir que Hamás es una creación del Mossad para contrapesar a la OLP, media verdad que, como suele suceder, se puede deformar hasta lo grotesco. En redes sociales se ha popularizado mucho la expresión “falsa bandera”, para invertir culpas que no encajan con el relato de buenos y malos preferido por algunos. El uso indiscriminado de esos términos me recuerda a esas palabrotas recién aprendidas que los niños (como los loros) repiten sin ton ni son. Uno dice “falsa bandera” y ya queda como un hombre mayor, quiero decir, como un tipo maduro que no se deja engañar por el telediario de las tres.

Vidal, con su habitual estilo tramposillo, solo considera dos posibilidades en el citado editorial. O bien el gobierno israelí y los dirigentes de Hamás son tontos de baba y los primeros no previeron el ataque, pese a contar con el segundo servicio secreto del mundo, mientras que los segundos no anticiparon la más que esperable y contundente reacción de su enemigo; o bien todo responde a una estratagema de Netanyahu para tapar su corrupción y sus intentos de controlar al poder judicial. Y ya puestos, llevar al mundo a una guerra contra Irán, que sería la tercera mundial.

Hay una tercera explicación que resta muchos puntos a este burdo dilema. Israel estaba a punto de firmar un pacto histórico con Arabia Saudí, principal enemigo geopolítico de Irán, que hubiera supuesto para éste un serio revés. Por cierto, Netanyahu se habría apuntado con ello un buen tanto, mucho menos expuesto a críticas que el fracaso en prever un ataque terrorista masivo. Según indicios más que considerables, algunos de los cuales enumera Pilar Rahola en la citada entrevista, el régimen iraní habría utilizado a Hamás como un peón sacrificable para sabotear el acuerdo entre israelíes y saudíes. Para Vidal, en cambio, que en esto sigue el mismo patrón de culpar a la OTAN de la invasión de Ucrania por Rusia, los dirigentes iraníes serían pobrecitas víctimas desvalidas de un siniestro intento de Israel de alentar una guerra contra ellos.

No sé hasta dónde puede llegar esta deriva de César Vidal y otros como él, que utilizan la más que legítima crítica contra la agenda woke, en la que muchos estamos empeñados, para cargar poco sutilmente contra Occidente, estableciendo una identificación absolutamente falaz, como si el mayor enemigo de Estados Unidos no fuera la Teoría Crítica que ha colonizado sus universidades, con el Black Lives Matter como su brazo armado. Disimulan aquellos muy mal, cuando no la expresan abiertamente, su admiración por Putin, y me pregunto si pronto no los veremos defendiendo a la teocracia iraní, o a otros amigos del autócrata ruso, como Maduro o Kim Jong-un.

¿Exagero? No es menos llamativo que quienes nos acusan a los proatlantistas y proisraelíes de ser unos vendidos a la Agenda 2030, se escuden en las resoluciones de Naciones Unidas contra Israel. Para criticar al único país libre de Oriente Medio, frente a un territorio palestino gobernado por una teocracia terrorista, la corrupta ONU le parece fantástica a César Vidal. A ver si uno de los muchos tontos útiles de la Agenda 2030 va a resultar que es él.

2 comentarios sobre “El mundo al revés

  1. Antes de nada una confesión: No siento una especial simpatía por ninguno de los dos pueblos, el palestino y el israelí, aunque por razones culturales y religiosas evidentes (soy católico, Cristo era judío y el pueblo judío aún tiene que desempeñar un papel importante en la Historia de la Salvación, según nuestras Sagradas Escrituras) siento una mayor proximidad y afinidad con el judío. No obstante, este sentimiento de cercanía está muy matizado por el mayor peso que le otorgo al elemento semita-monoteísta (compartido con los palestinos) que al hecho de nuestra Fe compartida en un ¿mismo? Dios y es que, desde una perspectiva estrictamente humana, el Dios-Trino católico es, a mi juicio, radicalmente distinto del Dios-Yahvé de los judíos y, aún más, considero que algunas tradiciones judaicas relacionadas con el Talmud y la Cábala están inspiradas por el mismísimo Demonio. Tampoco desconozco que buena parte de la sociedad israelí está tan profundamente secularizada como la occidental y comparte muchas de sus lacras como el abortismo, el homosexualismo, transexualismo, estatismo y demás basuras ideológicas.
    Aclaradas mis filias y fobias, siempre me ha parecido capcioso y muy tendencioso situar el origen del conflicto en 1947, cuando la Asamblea Plenaria de la ONU por “abrumadora mayoría”, como dice el articulista de Elentir en un aserto de fundamentalismo democrático (¿la verdad y la justicia son lo que diga la mayoría?), o con la consiguiente fundación del Estado de Israel en 1948. Por otra parte, poco importa que los palestinos, pueblo atrasado, pobre e ignorante pero con gran conciencia histórica, rechazaran constituirse en Estado cuando tuvieron la oportunidad, una forma política típicamente occidental y absolutamente extemporánea para un pueblo como el palestino; lo medular era que los palestinos no querían compartir su tierra desde hacía siglos, con un pueblo semita como ellos, pero que profesaban otra religión y quizás en el temor de que un pueblo tan laborioso, culto e inteligente y con una importante diáspora como el judío acabara por acaparar la mayoría de las tierras, como así ha terminado siendo desde el reparto inicial impuesto por la ONU. Y este rechazo de los palestinos en particular y árabes en general, es algo que los europeos no podemos censurar sin caer en el mayor de los cinismos e hipocresías porque han sido nuestras naciones las pioneras en la expulsión de las comunidades judías (véase la entrada “Expulsión de los judíos” en la Wikipedia), mucho antes de la creación del Estado como forma política, cuando existía la Cristiandad y el orden espiritual y temporal estaban separados pero existía una preeminencia del primero sobre el segundo (hoy el Estado se arroga la autoridad que antes tenía la Iglesia). Es decir, aquellas expulsiones (condicionadas a la conversión) estaban completamente justificadas en una época en que la Fe traspasaba todas las facetas de la vida y, probablemente, España no hubiera sido lo que llegó a ser (primer Imperio global y defensor de la Cristiandad) y lo que es ahora si no se hubiesen expulsado a los judíos primero y a los mahometanos después.
    En mi opinión el origen inmediato del conflicto estuvo en el Holocausto causado por Alemania, esa nación que goza de tan buena prensa y que tan poco se menciona en el conflicto árabe-israelí y en la mala conciencia de muchas naciones occidentales que colaboraron con el exterminio (la Francia de Vichy, p.e.) o que tuvieron conocimiento de la Solución Final y no hicieron nada para evitarlo (estremecedoras las memorias de Jan Karski recogidas en su libro “El Estado clandestino”, ed. El Acantilado) y habían diseñado artificialmente un Oriente Medio a la medida de sus espurios intereses. Por cierto, en todos esos acontecimientos desastrosos y criminales España no tuvo ninguna responsabilidad, algo que nunca se tiene en cuenta cuando se la incluye en el bloque Occidental
    Desde el mismo momento en que se decidió que Palestina debía ser dividida el conflicto estaba servido y el conflicto puede acabar, o bien con un gesto de generosidad sobrenatural por una de las partes, algo muy difícil de creer entre dos pueblos semitas que desconocen el Nuevo Testamento y son fieles seguidores de la Ley del Talión, o bien en el exterminio de un pueblo por el otro. Por ello el conflicto es irresoluble y la única postura inteligente y prudente para un observador es mantener una exquisita neutralidad, condenar los atentados terroristas de unos y compadecerse de las víctimas de otros.
    Creo que nadie sensato y libre de sectarismos puede dejar de reconocer el derecho de Israel a castigar duramente a los culpables, sin misericordia, pero ¿dónde ponemos el contador, a partir de qué número de víctimas inocentes palestinas podemos considerar que Israel está siendo brutal en su venganza sin ser acusados de antisemitas? Sabemos que Hamás utiliza a su población, que dice defender, como rehén pero, ¿puede Israel como Estado obviar ese hecho y asediar Gaza donde viven hacinados 2 millones de personas y cortar todo tipo de suministros? ¿Puede alguien permanecer impasible ante el dantesco espectáculo de bloques enteros de viviendas colapsando por el efecto de los misiles lanzados por la aviación israelí sin preaviso, esa particular forma de guerra tan cobarde, vil y de la que los anglosajones son maestros consumados? Mientras escribo me entero por los canales de Telegram que Israel está bombardeando los aeropuertos de Siria y el Líbano mientras los yanquis tienen fondeado, frente a las costas de Israel, un grupo aeronaval de combate capaz de arrasar con todo Oriente Medio en previsión de que los vecinos de Israel aprovechen la situación para escalar el conflicto, ¿cabe mayor cinismo e hipocresía? Circula por las redes el video de un joven congresista Joseph Biden convenciendo a sus pares de la necesidad de defender a Israel por lo económico y útil que resulta para la defensa de los intereses norteamericanos en la zona y que si Israel no existiera habría que inventarla
    Ciertamente me parece mucho más noble y consecuente la postura intelectual de un Juan Manuel de Prada que la de esos liberales patrios inflamados de ardor guerrero cuando de Israel o de la OTAN se trata y que torticeramente ignoran los tejemanejes geopolíticos de unos y otros y pretenden involucrar a España en un bloque en el que nuestro país, que tiene la historia más decente de todo Occidente, solo puede actuar de comparsa y en detrimento de sus propios intereses que están en las antípodas de los defendidos por las potencias anglos y sus naciones satélites y tributarias.
    Quizás, en un ejemplo más de contradicciones ininteligibles de las que abunda la historia, la razón esté de parte de esa pequeña secta de judíos ultraortodoxos y antisionistas que se hacen llamar “Neturei Karta” y que condenan la existencia del Estado de Israel por impía ya que creen que hasta que no venga el Mesías (¿Parusía?) les está prohibido tener su propio Estado.

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