Derechos colectivos, servidumbre individual

Alicia Rubio, la autora de Cuando os prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres, ha sido destituida de su cargo en un Instituto por escribir este libro, en nombre de una ideología que supuestamente defiende los derechos de las mujeres. La paradoja sólo puede sorprender a quienes siguen comprando esa mercancía adulterada de los discursos de emancipación.

Cuando se habla de derechos colectivos, se preparan las tiranías futuras. Y no podría ser de otro modo, porque los derechos colectivos son entes tan imaginarios como la inteligencia colectiva o la voluntad general: no existen ni han existido jamás.

Artículo en Actuall.

3 comentarios sobre “Derechos colectivos, servidumbre individual

  1. Te ha salido un artículo un poco socialdemócrata. Has admitido que hay obreros explotados, mujeres discriminadas y que la cultura catalana fue humillada durante el franquismo.

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  2. He aquí la gran lista: Los esclavos, los siervos, los parias, los aparceros, los obreros, los peones de mesnada, los atropados o reclutados, en fin, la multitud de la inmensa mayoría, de desheredados de todos los tiempos que se ven forzados, por imperio y necesidad (demasiado a menudo, voluntariamente forzados) a trabajar y luchar y morir para otros y por otros. Sí, se ha utilizado en la primera parte de la relación el genérico o común con forma masculina (sólo forma). ¡Qué intolerable discriminación! ¿verdad?. Pero, ¡atención!, también los otros del final son y han sido siempre otros y otras. Y siempre también, lo que de verdad se entiende por burros de carga y carne de cañón, sobre todo esto último, prácticamente de forma exclusiva, ahí sí, sólo otros. ¿Tendría alguien la amabilidad de facilitar aquí la lista reveladora, por sexos (no personas, que es la veladora en estos casos) de los fallecidos en accidente laboral (milicias incluidas) en cada uno de los diez últimos años?. ¿O también, quizá, la de los desdichados sucumbidos en pateras?. No hay abstracción más fangosa, vidriosa, escurridiza y a menudo cínica, que la de igualdad. «A» posee una pieza de oro y otra de plata, dos billetes de diez euros, uno de cinco y carece de una pierna ( ¡Ah, se me olvidaba!, A dispone además de un potente megáfono, pero, en principio, no hace al caso). «B» posee dos pieza de plata (del mismo peso que las de A), tres billetes de cinco euros y carece de una brazo. Ahora vamos a medir la igualdad en plan astuto: ¡Oyeme tú, B !, dice A, ¡no hay derecho a esta discriminación! Tú posees dos piezas de plata y yo sólo una, tú, tres billetes de cinco euros y yo únicamente uno y, además, a mí me falta una pierna. (moraleja implícita: A mí que me compensen a tu costa y tú (que no dispones de megáfonos par rebatir) te jodes). El que quiera entender que entienda.

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